¿Medios o circos de tres pistas?

De repente es imposible tener confianza en el papel de los medios masivos en México. Últimamente pocos, muy pocos, en mi opinión, son los que realmente se dedican a informar, no a hacer de la nota roja su casi única temática para vender más.

Medios de Comunicación / The MediaImage by Eneas via Flickr

Los periodistas que trabajan en estos medios obteniendo este tipo de información no sé si se resignan a trabajar al ritmo que les marcan sus jefes o lo hacen con gusto. Otros, en cambio, se vuelven algo críticos de esta tendencia, pero sin poder morder la mano que los alimenta, es decir, sin mencionar al periódico, televisora, revista o estación de radio en la que trabajan. No puedo culparlos por completo, finalmente sé que en su caso lo práctico se somete a lo ideal: de algo tienen que vivir.

Sin embargo, esto nos pone en una situación terrible. Los consumidores de medios masivos no tienen otra opción más que someterse a este tipo de «dieta» informativa, a veces contra su voluntad: a la lista de decapitados, ejecutados, sórdidos casos sin resolver (como el de la niña Paulette Guebara Farah), escándalos, tragedias (como el de los niños de la Guardería ABC), como si viera un circo de tres pistas (con la diferencia que ahora son cientos de pistas, es decir, multitud de periódicos, revistas, radiodifusoras y señales televisivas con diferentes espectáculos, todo en movimiento ante nuestros ojos y nada se puede reflexionar o procesar de una forma lógica).

También los mismos periodistas están, a mi parecer, en una difícil situación. Se supone, o al menos eso nos dicen a quienes estudiamos comunicación o periodismo, que idealmente los comunicadores/periodistas tienen un deber con el público, que es informar con ciertas reglas de ética, con el fin de ayudar a la gente a estar enterada de aquello que le puede afectar en su vida diaria, a exponer una injusticia, a entender su realidad. Pero ante la línea editorial que están tomando las empresas en las que laboran, casi parece que tuvieran que «adaptar» estas reglas éticas a circunstancias muy distintas: ya no es exponer una injusticia, es hacer alarde de tener el dato exclusivo más escandaloso e indignante para atraer la atención del público; ya no se trata de exponer la realidad, es seleccionar cuidadosamente lo que de esa realidad es más llamativo y morboso, sea una niña fallecida o los muertos del narcotráfico.

No hablemos siquiera de las muy posibles concesiones (forzadas o voluntarias) que tienen que hacer ante el gobierno u otros entes poderosos en la sociedad mexicana. Con eso, el sesgo del trabajo que tienen que realizar es aún mayor. Y si pensamos que algunos medios aprovechan su poder de mover conciencias para atacar a los que consideran sus enemigos (como Televisa y TV Azteca y su descarado ataque a la familia Saba, en el que el verdadero motivo fue que esta familia buscaba la concesión para una nueva televisora, por lo que las televisoras buscaron frenarlo atacando su negocio más importante, las distribución de medicamentos) se contamina más el trabajo que un periodista puede realizar.

Entonces ¿cómo podemos decir que sí estamos informados, cuando nos tienen saturados con notas sensacionalistas, sin ética, hechas para beneficio del mismo medio que las produce? La respuesta, yo diría, es que es imposible afirmar esto. Si al menos se pudiera pensar que los medios que existen en México son plurales, diversos, bien regulados, pero basta analizar poco a los dueños y directivos de cada medio y con quién están ligados para darse cuenta que esto es una utopía en la mayoría de los casos.

Lo más que podemos hacer quienes vivimos en este país es abrir los ojos, confiar en nuestro instinto de qué es real y qué es basura informativa, tomar muy pocas cosas como ciertas, analizar la realidad con quienes están en nuestra misma disposición analítica y abierta y, por último, seguir trabajando, porque al final es la gente «de abajo» la que todavía sostiene este castillo de naipes.

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Por qué algunas veces el silencio sí es válido

Hoy en Twitter se realizó una <b>protesta virtual silenciosa</b> para recordar a los 49 niños fallecidos hoy hace 10 meses en la Guardería ABC en Hermosillo, Sonora.
En la protesta se invitó a los que quisieran participar a guardar silencio tuitero por 49 minutos, un minuto por cada uno de las 25 niñas y 24 niños que fallecieron por negligencia gubernamental, usando los hashtags #tuitsilencio y #guarderíaABC.
Ante un caso así, una tragedia que pudo evitarse ocurrió porque no se respetaron las leyes, a muchos se nos hizo importante tratar de mantenerla en la mira de la opinión pública.
Mucho más si que todo ocurrió por no revisar adecuadamente tanto las instalaciones del taller que estaba junto al lugar, como que la guardería cumpliera con todas las medidas de seguridad para preservar las vidas de los pequeños (puertas de emergencia, aspersores, suficientes extintores, etc, etc.), todo esto aderezado por el nepotismo y amiguismo patente en el hecho de que los dueños de las guarderías son parientes de políticos prominentes (como el ex gobernador de Sonora Eduardo Bours, incluso una prima de la esposa de Felipe Calderón).
Sin embargo, aunque se trató de una <b>invitación</b> a unirse, totalmente voluntaria, en la que quien quisiera dejar de tuitear lo hacía pronunciándose al respecto sin acosar a nadie por no hacerlo (había libertad de no tuitear o de seguir tuiteando y nada pasaba) no faltaron personas que se dedicaron a demeritar e insultar la idea.
Los argumentos iban desde los típicos, como «¿de qué puede servir algo así?» hasta las burlas e insultos a diestra y siniestra (llegué a leer frases como «borregos», «qué m…», burlas como que ya iban a revivir niños con la protesta, quejas porque «todo les querían limitar», etc.).
Ante esto tengo muchas preguntas: si para iniciativas más frívolas como #internetnecesario sí se unieron en el uso de un hashtag, explicando el por qué el Internet es importante como medio de información y democracia, ¿por qué no hacerlo por 49 vidas que se perdieron sin razón?
Si en ése y otros casos se ha logrado que los medios tradicionales volteen la mirada hacia este tipo de protestas en redes sociales y los temas se mantengan vivos, causando algunas veces resultados concretos y en otros casos no, no se podría intentar lo mismo, más siendo un caso así de doloroso?
Si no era obligatorio, si no se iba a censurar a quien decidiera no participar -al menos yo no lo hice, no sé si alguien más los acosó o censuró, porque eso también es criticable-, si había desacuerdo ante la idea, ¿era necesario usar calificativos y groserías para exponer esta discrepancia?
Y por último, ¿qué creen que sintieron los padres que están en pie de lucha, pidiendo justicia para sus hijos, indemnizaciones para los niños que sobrevivieron, pero quedaron heridos y afectados de por vida, al ver este tipo de reacción negativa (puesto que para decir que estaban en desacuerdo tomaron el hashtag que se estaba usando para la protesta)?
La cuestión de todo este tipo de situaciones es no dejar que caigan en el olvido, que siga presente en la mente de la gente, que los medios lo retomen y lo reporten y que las muertes de esos niños no se pierdan en el olvido de la socíedad.
Claro que se pueden hacer cosas «presenciales», las cuales están limitadas en muchos casos por la distancia, los recursos de los que queremos apoyar, la difusión que pueda lograr una protesta, pero si suficiente gente le da difusión aunque sea virtual, ¿creen que no se genera la suficiente presión social sobre ese gobierno que hace como que ni nos oye ni nos ve? Suficiente de eso hemos tenido en estos años.
Para quienes se «oponen» quizá se deba a que no son padres o quizá a que nunca han tenido que recurrir a guarderías de ningún tipo y poner la vida de sus hijos en manos de alguien más porque no tienen otra opción para poder trabajar y mantenerlos, para educarlos y verlos crecer.
Ojalá nunca tengan que hacerlo, con lo cual no pasarán por la experiencia de preguntarse qué puede pasar, si este caso puede repetirse porque nadie ha hecho nada <b>concreto</b> para evitar que se vuelva a repetir el caso, como mejorar las revisiones, que las guarderías subrrogadas verdaderamente respeten los requisitos de seguridad, que las leyes castiguen duramente a quien no lo haga <b>antes</b> de que ocurra otra tragedia.
¿Qué puede hacer el silencio? Puede hacer mucho, como llamar la atención, de la misma forma en que podía hacerlo la resistencia civil pacífica que han aplicado n cantidad de personas desde Gandhi. No siempre el gritar y el atraerse la antipatía de otros ciudadanos por los bloqueos que causa una manifestación es la mejor opción. Mucho más si esta opción <b>no afecta a nadie y mantiene viva en la memoria a 49 pequeños que hoy deberían estar vivos.</b>
Por otro lado, reacciones como ésta son las que muchas veces refrenan a quien sí quiere participar y no lo hace porque teme una avalancha de burlas, insultos, bromas pesadas. Si no quieren participar, están en su derecho, pero de otra forma si nada les quita, dejen a quienes queremos manifestar nuestra solidaridad e indignación de alguna forma hacerlo. Como dijeron por ahí, «el respeto al derecho ajeno es la paz».