Foto: Flickr / Aislinn Ritchie |
Estamos en una época en que, lo queramos o no, viviremos en medio de debates. Y no, no hablo solamente de aquéllos que protagonizarán los candidatos a cualquier puesto de elección popular, sino los que se van a vivir seguramente en muchos de nuestros círculos cercanos: la familia, en el trabajo, en alguna reunión de padres de familia de la escuela, con amigos y conocidos.
La época electoral puede volverse un momento donde se generan discusiones por obvias razones: nuevamente grupos políticos (los partidos) a través de los candidatos a cada puesto tratarán de convencernos de que tienen «la fórmula» para mejorar la situación del país, para hacerlo crecer, para no sólo evitar que empeore la situación sino que mejore y salgamos de los problemas que nos aquejan.
Sin embargo, el asunto es que creo que la mayoría a veces ve la política, en primer lugar, como algo ajeno a nosotros, como algo en lo que no tiene forma de participar más que tomando un «gallo» y apostando por él, y en segundo lugar, igualándola a una especie de justa deportiva en que uno gana y otro pierde. El problema que no es así, en esta contienda, si se elige sin analizar todos los factores, el que pierde es México.
Por eso es importante, a mi parecer, hablar sobre política, sobre los contendientes, sobre qué ofrecen, sobre su plataforma, sus habilidades, pero sin apasionamientos. Comprender que cuando alguien dice «la idea de Fulanito Candidato de Tal» me parece absurda porque…» no es un ataque a la persona que cree en Fulanito, sino a la forma en que está pensando resolver lo que ocurre en el país.
Igualmente, que un asunto son las bromas que se puedan realizar dirigidas hacia los candidatos (que, finalmente, todos hoy en día tienen bastantes defectos que tomar con sentido del humor) y otra es lanzar cual dardos el máximo de insultos a x contendiente tratando de hacer perder la paciencia, enojar o humillar a la persona con la que estamos discutiendo las propuestas.
No creo que se trate de ganar un argumento, creo que se trata de encontrar las mejores soluciones, a menos que para cada uno de nosotros elegir bien sea secundario, enfrascarse en luchas de quién argumenta mejor y gana y, si no es así, tratar a la otra persona con desprecio o incluso dañar la relación con ella, es de una inmadurez emocional que no nos deja nada bueno a la larga. Ojalá todos lo comprendamos.