Comedia de equivocaciones

Mi total desprecio por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público es bien conocido por mis allegados (y también por los que no lo son no tanto, de tanto que lo expreso). Y es que considero a ese organismo y todo lo que logra la manera legal de exprimir a los mexicanos que sí trabajamos para que los mexicanos que hacen como que trabajan (la clase política) se den vida de reyes.

Pero sin duda desprecio en extremo tener que acudir a cualquier oficina del SAT, sea o no rápido el trámite.

Verán, se me hace la representación viva de la burocracia intentando ser eficaz, pero que de repente se convierten en una equivocación de la vida, en un desastre total, en una comedia de equivocaciones.

Hoy viví un ejemplo de ello. Aunque no tuve que esperar gran cosa puesto que tenía uno de los primeros turnos, obtener ficha fue rápido y la espera para que me atendiera el primer asesor fue poca, la parte de la obtención de huellas digitales, escaneo del iris, foto y firma para que me dieran mi firma electrónica fue «chaplinesca».

El personaje que estaba detrás de todos los aparatos necesarios para obtener esta información (la cual me pregunto para qué quiere el gobierno, pero ése es otro tema) tenía menos capacidad en su procesador (cerebro) que todos los aparatos que tenía enfrente: una cámara Canon EOS Rebel, un escáner de iris, un escáner de huellas digitales, una tableta para tomar la firma.

Comenzó por tomarme las huellas digitales y a la mitad de este proceso (repetido 3 veces) pedía cosas imposibles para la anatomía de cualquier ser humano: quería que colocara mis dedos pulgares en el centro de un aparato que mínimo medía 14 centímetros de largo, poniendo cada mano en el lado inferior de este aparato. Estuve a punto de decirle «¿Perdón, no quiere que me quite los dedos pulgares de una vez?» Finalmente, tras varias maniobras, logré lo que me pedía.

Y entonces comenzó la comedia involuntaria. Quería tomar el escaneo de iris y… su escáner no prendía. Así que movió la parte superior de su «sofisticada» mesa (una tabla colocada encima del escritorio/caja de almacenaje del equipo) y comenzó a revisar sus cables, que parecían tejido de mi abuelita.

Mientras esto pasaba 2, 3, 4 personas pasaban con la eficiente asesora de junto (clásico, siempre me toca el que no sabe hacer las cosas).

El tipo movía, quitaba, apretaba botones, llamó a un compañero, llamó a otro… En un punto jaló los cables para reacomodar los aparatos que había quitado y el escáner se inclinó peligrosamente en mi dirección. Afortunadamente tengo buenos reflejos, por lo que me salvé de un golpe y salvé al «eficiente» asesor de tener que pagar esa parte de su equipo.

De risa, si lo toma uno así, pero también parece una metáfora de cómo funciona nuestro sistema político: manejado por alguien que a duras penas sabe cómo solucionar las cosas, con enredos, con «hilitos» que sostienen sistemas muy valiosos. Ahora me explico por qué todo va «tan bien» según dice el «eficiente asesor» (es un decir) que maneja las cosas en este país. Como para dejarte pensando.