Sobre «las mujeres no podemos tenerlo todo»

Hace unos meses leía el artículo con el título de este post, escrito por Anne-Marie Slaughter, una ex funcionaia en el Departamento de Estado del gobierno de EU. En su extenso (pero muy recomendable) texto esta mujer, que dejó una posición de poder por cuidar a sus hijos adolescentes, explicaba por qué tomó tal decisión.

Durante una fiesta con el Presidente Barack Obama y su esposa, Michelle Obama, Anne-Marie descibió que bebía champaña, saludaba a dignatarios de todo el mundo, se mezclaba en la multitud, pero aún así no podía dejar de pensar en su hijo de 14 años, quien acababa hacía 3 semanas de comenzar 8o. grado (nuestro 2o. de secundaria en México) y que mostraba el mismo patrón de siempre: saltarse la tarea, interrumpir clases, fallar en matemáticas y alejar a cualquier adulto que tratara de acercarse y ayudarlo. Casi no se hablaron en todo el verano, y el año pasado había recibido varias llamadas ugentes que hacían que tuviera que regresar a su casa, en New Jersey, desde Washington, D.C. Su marido era quien se encargaba de los niños y apoyaba su carrera, ya que ella no estaba en casa entre semana (excepto durante esas llamadas urgentes).

La situación la llevó a pensar en escribir un texto llamado «Las mujeres no pueden tenerlo todo», a lo cual una colega a quien le comentó reaccionó horrorizada, pues sería un horrible ejemplo a mujeres más jóvenes viniendo de alguien con tanto éxito. Sin embargo, en cuanto tuvo que regresar a la Universidad de Princeton, a su trabajo como académica, del cual le dieron un permiso de dos años, lo hizo sin dudar.

Cuando explicaba por qué había regresado (no sólo por las reglas en la Universidad de Princeton, sino para estar más iempo con su familia). Aunque no dejó el trabajo precisamente (aún daba clases de tiempo completo, escribía columnas en línea sobre política pública, daba 40 o 50 discursos al año, aparecía en TV y radio y planeaba un libro) rutinariamente recibía reacciones a su decisión de otras mujeres de su edad o mayores que iban desde decepción («qué mal que tuvieras que dejar tu trabajo en Washington) hasta condescendencia («no a todas nos pasa lo que a ti, yo nunca tuve que renunciar y mis hijos resultaron muy buenos»).

Esto la enojaba. Y comprendo perfectamente por qué. No sólo parecían asumir que la opción de estar más con la familia, por el bien de los hijos, era triste o desafortunada, sino que también posiblemente ella era la culpable de que las cosas no fueran manejables, que su forma de ser madre no era eficiente y por eso sus hijos mostraban signos de estar a disgusto con ella lejos.

Y esto la llevó a darse cuenta que había dos tipos de mujeres: las que decidían bajar el ritmo o incluso dejar sus carreras para tratar de que su familia estuviera bien atendida y contenta, con ella cerca de los hijos, y las que se burlaban o menospreciaban a las mujeres que tomaban este camino por ser ellas mujeres que pretendían ser heroínas: manejar una carrera exitosa, la educación de los hijos y una relación amorosa, quienes con cierta superioridad criticaban su falta de compromiso con ellas mismas, el dejar de tener el prestigio de ser mujeres de carrera (como si al dejarlo o hacer menos actividades relacionadas ya no valieran igual), dejar de ser mujeres que «lo tenían todo». De esta forma, esas mujeres, las críticas, daban a entender que las mujeres que se sentían agobiadas tenían la culpa de no poder manejarlo todo, de no poder subir en la carrera tan rápido como los hombres y tener una casa y familia ideales (y además estar delgadas y hermosas).

¿De qué se trata, me pregunto? Esta actitud (aunque en menor medida ya que en nuestro país aún hay cierta idea tradicional de que las mujeres permanezcan en casa) de repente me ha tocado verla tanto algunas  mujeres solteras o casadas y con hijos que continúan su carrera a paso veloz mientras crían a sus niños.

Sí, no digo que sea imposible hacerlo, que una no pueda intentar ser «multitasking» (aunque científicamente es una falacia, en realidad ser multitareas es solamente hacer varias tareas en sucesión de forma rápida), llevar casa, niños, relación con la pareja y varias cuestiones, pero… con algunos factores que hay que analizar.

Quienes yo, en mi vida real, he visto que han logrado sacar adelante a sus hijos incluso teniendo una carrera en la que se mantienen activas han tenido, en algunos casos, ayuda: del esposo, las propias madres de estas mujeres, de una comadre, tíos de los niños o al menos de una persona que les ayuda en su casa a traer y llevar a los niños a la escuela, darles de comer, verificar que se bañen, vistan adecuadamente, hagan tarea, etc.

En otros casos, han tenido que sacrificarse ellas e incluso un poco a los mismos niños al tenerlos en escuelas de horario extendido y estancias infantiles y guarderías donde la atención no es igual que con un familiar o persona de confianza, pero que puede proveerles en sus necesidades básicas. Estas madres pueden atender a sus hijos sólo cuando, tras terminar su jornada regresan todos a casa, donde aunque pudiera ser que le dé tiempo de calidad, no es exactamente como esta con ellos en sus momentos importantes.

Yo he pasado por ambas etapas: la de salir de casa a trabajar, todo el día, dejar a los niños en manos de alguien más, fuera mi marido o suegra y vivir dividida entre saber que mi hija (aún no nacía mi pequeño) vivía  diferentes tipos de experiencias y momentos felices lejos de mí y tener que hacer un trabajo, que aunque me apasionaba, en cierta forma era también por darle un extra económico.

También he pasado por la etapa de dejarla a ella y a mi hijo en una estancia infantil en lo que yo realizaba labores para una empresa. El dinero era apenas lo suficiente para sacar los costos de vivir en la ciudad, en un departamento, solventar servicios y gastos de la guardería de los niños, así como generales, y aunque mi empresa era flexible en dejarme ir a atenderlos en caso necesario, que pudiera yo llevar a mi hija a la primaria, ir a juntas y varias situaciones, la tensión que yo sentía no era posible quitármela del todo. Si a eso le agregan que trabajaba en una zona de la ciudad y vivía en una zona distinta y teníamos que trasladarnos todos a la zona donde vivía entenderán que las cosas eran complicadas, por decir lo menos.

Y por último mi situación actual. Soy freelance, trabajo desde casa, busco clientes y hago un trabajo que tengo desde hace algunos años evaluando información. Debido a que no tengo familiares cercanos en la ciudad o al menos alguien de confianza que pudiera cuidar de mis niños, o el sueldo necesario con el cual poder pagar a alguien capacitado para ello o una estancia con todos los servicios cercana a mi trabajo, mi decisión ha sido continuar así.

Y sin embargo, aunque es mi opción, aunque estoy haciéndolo porque tengo la idea de que si traje a dos pequeños al mundo lo mínimo que puedo hacer es tratar de darles, dentro de mis particulares circunstancias, lo más de mi atención y la mejor educación que puedo (con todo y errores y dudas que todas las madres tenemos) aún así me sigo encontrando con gente que juzga. Que porque no eres «mujer ejecutiva» entonces eres «mantenida» (y como les digo, sigo aportando económicamente), que porque quizá no está entre tus prioridades la última ropa de moda y demás vanidades, entonces de «fodonga» no te bajan (y eso que no han visto a las mamás que se van a dejar a los niños en piyama, ja), que porque quien sale a trabajar fuera de casa (reitero, yo sigo trabajando dentro y además administrando la casa) entonces eres una «antifeminista» y «creída del cuento de las princesas».

¿No les parece que las mujeres deberíamos tener opciones? Yo no juzgo a quienes eligen salir a trabajar, dejar a sus hijos con alguien más, familiar o no, en guarderías o estancias, ni me pasa siquiera por la cabeza tacharlas como «desobligadas», «egoístas» o «insensibles», como pudieran llamarlas personas que las juzguen superficialmente. Mi respeto para ellas y sé que varias se las arreglan para llevar las cosas bien, ya sea con apoyo familiar o no, y que sus niños vayan respondiendo de la manera correcta.

Pero creo que si otras mujeres (porque también conozco congéneres que optaron por eso) que decidimos darle menos velocidad a la carrera también es una opción válida, tomada evaluando todas las opciones. Y también, que no se puede pedir que todos reaccionemos igual ni vivamos las mismas situaciones o con las mismas ventajas (sueldo, ayudas, instancias oficiales). En pocas palabras, cada quien debería ocuparse de vivir en las mejores circunstancias posibles y dejar que otras personas vivan de acuerdo a las propias, sin juzgar ni intervenir a menos que sea para ayudar.